Creí que mi anterior post era el último del año. No me apetece escribir y sin embargo aquí estoy intentando justificar una tristeza muy rara. Llevo un par de días llorando hacia adentro y de ahí el ahogo que me somete; es una tristeza innata llena de hartazgo porque muestra los límites a los que está esclavizada mi alma. La vida es una circunferencia. Da igual los ejes que tenga porque nunca llegarás más lejos de lo permitido y por mucho que quieras despistarla intentando trazar espirales que no llevan a ninguna parte y solo te marean, perderás la batalla.
Temo pocas cosas. Siempre fui una temeraria insolente y sólo paré cuando únicamente quedaba una bala en el tambor. No me gusta perder pero, no estoy preparada para ganar.
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Un abrazo.
Mil besos