Hace tiempo que no consigo limpiar y ordenar mi interior para ubicar nuevos sentimientos porque siempre dejo en algún rincón alguna caja con recuerdos que en el fondo no sirven para nada y sé que no volveré a utilizar. Creo que si no los he tirado ha sido más por pereza. Acabas cada historia tan agotada que te faltan las fuerzas para sacarlo todo del tirón y siempre te dices que ya lo acabarás otro día. Y los días pasan y las cajas siguen ahí, estorbando, ocupando casi siempre ese rincón imprescindible para darle cabida a otra mudanza sentimental. Y no encaja. Intentas girarla, plegarla, pulirle algún lado y al final renuncias a ella. Mi inoperancia afectiva creo que está basada en el principio de exclusión de Pauli o más sencillamente, en la impenetrabilidad de la materia. Quizás ya sea hora de que me ponga el mono de trabajo, incluyendo esa faja lumbar para evitar lesiones mayores, unos buenos guantes porque a alguna de las cajas le sobresalen espinas aún y gafas oscuras por si se le escapa un rayito de luz en el traslado hasta el basurero. Después un par de capas de pintura bonita y, a disfrutar del espacio.
Comentarios
la vida son pequeños momentos buenos o malos
abrazo
Mil besos