Acabó muy bien una
semana de esperanzas e incertidumbres. El regreso al trabajo no ha podido ser
más agradable, lleno de ansiados reencuentros y caras ( bonitas) nuevas, y por
ello de nuevo ilusionada, dispuesta a descubrir nuevos caminos para recorrer.
Echo la vista atrás y
veo cuatro meses muy duros que me han enseñado muchas cosas y me han mostrado
una manera de vivir mejor, más tranquila, saboreando cada día en su justa
medida, valorando todo lo que la vida me ha dado y agradeciendo a Dios haber
disfrutado de la salud de mi familia, haber disfrutado de un amor, de la
compañía, de la amistad, la solidaridad y el cariño de la gente que he tenido
más cerca.
Cuando la vida se vive
honestamente, no hay más que motivos de agradecimiento porque esta, siempre se
muestra justa: no tengo, no quiero más que lo que merezco. No necesito nada
más.
Y, especialmente,
quiero dar las gracias a Dios porque, a pesar de todo, sigo siendo la “puta
ama” de mi vida y me tumbaré a tomar el sol cuando yo quiera y con quien yo
quiera.
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Mil besos