Llevo semanas sorprendiéndome por
la retirada de estatuas de personajes históricos y el encumbramiento público de
mediocres y delincuentes. Rebelarse contra el pasado por cuestiones de
desigualdad, ya inamovible, parece más rentable y menos trabajoso a tanto
inútil suelto por el mundo que, rebelarse contra este presente tan absurdo que
nos ha tocado este año. Estamos inmovilizados y ya sólo vemos lo que sucede
desde ayer hacia atrás.
Nos están quitando la ilusión por el día a día, por el
mañana, nos amordazan con una mascarilla que ha callado y entristecido al mundo
ocultando sonrisas y nos alejan intencionadamente del calor humano del bueno. Y contra esto, no nos
rebelamos.
Ahora los héroes son los débiles, los incultos, los sin sangre, los
idiotas, los frágiles, los desprotegidos, los conformistas, los sobornables,
los rencorosos, los perdedores, los envidiosos, los frustrados, los fracasados...
Parece que como vamos cuesta
abajo y sin freno en muchos sentidos, ya no es necesario que nadie tire del carro
pero, tarde o temprano harán falta unos buenos y capacitados motores que hagan
avanzar a ese carro de la humanidad, con toda su ciencia, su economía, sus logros, sus necesidades y unas metas a las
que sólo se acceden por méritos propios y mucho esfuerzo y trabajo. Ya vamos a
ser todos tan iguales, que al tonto del pueblo le va a tocar descubrir la
vacuna del próximo virus por imperativo de las masas minoritarias.
Y callamos; rebelarse por el
presente sería ser insolidario, injusto y racista.
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Mil besos