Son días de mismo paisaje. Da
igual la ventana, el momento o la luz. Ya hace días que dejé de pensar que era
un largo sueño porque ya he despertado muchas veces y la realidad sigue ahí
amenazante. No tengo miedo y debería tenerlo si yo fuese una persona sensata y
normal porque, por primera vez en mi vida, veo que los muros que me encierran
pueden caer de un solo soplo en cualquier momento o quedar tan desquebrajados
que pueda colarme fácilmente por una ranura cuando yo lo decida. Es un hartazgo
en el que empiezo a vislumbrar el
verdadero sentido de la vida: ser libre
Comentarios