Cuando la conocí, ya era
demasiado tarde para salvarla. Demasiada
tarde para borrar una vida llena de tachones y cicatrices, procuradas en
amargas contiendas que vaciaron un interior repleto de abrazos valientes y razones tan frágiles que a los primeros besos
quebraron marchitas de traición.
La espero desnuda y vacía, pero esa
mirada aún enloquece mi calma y me arrebata el sosiego atravesando este corazón
desmedrado incapaz de soportar ya dolores
propios y ajenos.
Mi amor, mi amante de tres noches
y dos días, demasiado tarde para olvidarnos y empezar de nuevo.
Comentarios
Se veían posibilidades de mejorar para el resto lo que antes no fue suficiente.
Mil besos