Una mentira llamada felicidad





Acabo de leer en un periódico, que ni siquiera un 1% de las personas vuelven satisfechas tras las vacaciones. Y es que toda la vida se nos ha estado engañando, haciéndonos creer que ahí fuera, siempre lejana, la felicidad nos espera. Como si existiera. 

 No podría describir el momento exacto en el que entendí de su inexistencia porque era algo complicado de descartar  pues,  la infelicidad sí que es real  y  tangible.  La infelicidad es tan decisoria, que marca el instinto de supervivencia en el ser humano. Ella nos ha empujado a salir  de la zona de confort  que cercaba un mundo meramente animal. A nadie le quita la sed, la certeza de no poder conseguir  agua. Y casi toda la vida soñamos con esa felicidad equiparable a ese príncipe azul,  sin entender que solo son sueños de niña.

Antes de los dieciocho tuve una etapa de complaciente infelicidad que alimentaba con lecturas tristes, de tristes poetas franceses, que me abocaron a una especie de rebeldía nihilista convirtiendo cada despertar en una ruleta rusa que se me presentaba como  irresistible y única salida. Poco después de los veinte, tuve un momento de madura debilidad. Me ha costado muchos, muchos años aprender a convivir con la infelicidad, adquiriendo una destreza emocional para apartarla cada vez que se me presenta. Aprendí a ser fuerte dejando de ser dura. Entendí que soy yo quien decide cómo deben de afectarme las cosas. Comprendí la insignificancia de mi ser ante la grandeza de quien me creó. Emprendí un camino sin mochila que me ayudara a alejarme del dolor y la infelicidad que intrínsecamente nació conmigo.

Creo que la razón de vivir  no es conseguir ni atesorar. El verdadero reto es desprenderse de toda carga innecesaria y dañina para nuestra alma, así como evitar, expectativas banales de supervivencia. Y mucho me parece ese 1 % de satisfechos.





Comentarios

Carmen Arnaiz Verdera ha dicho que…
Ilusos aquellos que buscan dicha, cuando la susodicha es tan redicha!!! Está en los preparativos, en la estación antes de subirte al tren, dentro de tu mochila (porque siempre la llevamos, seamos sincer@s), es decir, está en el antes, no en el durante ni en el después. La felicidad es una señora muy soñadora, que espera en la salita mientras sus sueños vuelan. Besos mil.
Melita ha dicho que…
Ilusos y afortunados los felices por disfrazar sus penas. Heredarán el olvido.
Si ha dicho que…
Los momentos de felicidad si que existen aunque duren poco.Buen finde Carmelita.Me ha gustado leerte.

Mil besos
Melita ha dicho que…
Momentos...me recuerda a unas gotitas de lluvia que en la mañana de ayer ni cayeron al suelo pero me alegraron. Gracias Silvia. Mil besos.
guille ha dicho que…
Ya sabes que soy un optimista genético y sé que no puedo quejarme de la vida que me he atrevido a vivir.

Lo he pasado bien. Y aspiro a pasarlo mejor.

Una frase de tu escrito me parece sabiduría pura: Aprendí a ser fuerte dejando de ser dura. Un aprendizaje al que solo llegan minorías.
Melita ha dicho que…
Admirable siempre tu optimísmo, Gulle. Y sí, mejor ser fuerte que dura, duele menos.