Este fin de semana (un finde
agridulce aunque en lo personal y emocional ha sido excelente) me reencontré
con un amor de esos del pasado y tras saludarnos y soltar el par de besos
pertinentes me dijo: el otro día me acordé de ti, y me contó el porqué. Sonreí,
y su rostro me pareció el más triste del mundo. La miré de tal manera que,
estoy segura me leyó el pensamiento. ¿El otro día? Pobre. No creo que haya
habido ni un solo día en todos estos años en el que no te hayas acordado de mí.
Mantener por desidia, pereza o
debilidad cualquier agujero por el que se pueda colar en tu vida el desorden
emocional, la depresión, el deterioro físico y el abandono personal es el mayor
error y la mayor injusticia que podemos cometer con nosotros mismos. A veces
sólo hace falta para estar bien, protegernos, hacernos inexpugnables al daño y
al dolor gratuito. Leí ayer algo sobre el “síndrome de la ventana rota” y esta
tarde mientras ordenaba mi casa, me di cuenta que ya vencí hace tiempo este
síndrome.
Creo que el primer día que no la
recordé, empecé a arreglar todo lo roto de mi vida.
Comentarios
Beso, la de vocación infeliz
Mil besos.
Besos mil, mi querida Si.