Esta mañana, mientras tomaba el
primer café del día, observaba cómo el reloj de la cocina había dejado de
funcionar. La aguja de este vibraba como intentando echar a andar pero tras
vano esfuerzo, permanecía inmóvil encerrada en esa esfera del tiempo. Esta
tarde me siento como ella; intento ponerme en marcha pero no lo consigo, no lo
necesito. Se me han acabado las urgencias, cada instante de mi vida, he
comprendido, tiene su momento y por
primera vez entiendo, que la pausa es un fresco respiro que me desahoga
placenteramente. Y no hay más relojes en mi hogar que me requieran, no hay nada
mejor que hacer ahora que esconderme en la paz que proporciona estar sin hacer
nada porque no tengo ninguna deuda pendiente con nada ni con nadie. Cierro los
ojos, tomo lentamente aire y saboreo la ausencia de inquietud.
Comentarios
Mil besos.
Y ser dueños de nuestro tiempo, quitándole al reloj ese poder, es uno de los placeres de controlar la propia vida.