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-Hola.Vente
a cenar a casa si no tienes otros planes.
Y miro el whatsapp
cabreada y no respondo.
Una semana sin
un saludo, sin una palabra, sin un gesto que me hiciera levantar el ánimo. Me
sentía abandonada. Me sentía jodida. Y no tengo motivos para reprochar nada.
Soy yo quien no está para ningún tipo de compromiso y sin embargo, esta horma
se ha encontrado con su horma. Detesto enamorarme. Me he pasado la vida
esquivando situaciones de este tipo, evitando poner a nadie por delante de mí,
rechazando toda dependencia por muy interesante que me pareciera. Y me lo tragué
todo de una bocanada. Bastó un segundo whatsapp, media hora después, para que
saltara del sofá y en tiempo record me despojara del pijama y pusiese el coche
a cien hacia su casa.
Me había
propuesto este año no ver los goya y sin embargo, allí, acurrucada en sus
brazos aguanté una gala enterita sin una pega. Entre risas, caricias, vino y
ascuas sobreviví a una serie de personajes insoportables a los que yo, de estar
sola, habría liquidado en un segundo con el mando. Y es que una deja de ser una, cuando siente cerca esos latidos que le faltan a diario.
Reconocer que, de las premiadas, no he visto este año ni una película, porque
con lo que respecta al cine español, siempre huyo de películas exitosas a
priori, que bien podrían ser parte de cualquier serie que nunca veo.El séptimo arte agoniza desde que ya no hay que ir a una sala a ver un estreno, y es que no es lo mismo ver las películas en el salón de casa que fuera, aunque lo primero sea lo más cómodo. Este pasado año sólo he ido a ver dos películas españolas al cine, “Quién
te cantará” y “Viaje al cuarto de una madre”. Me gustaron las dos y seguro que
forman parte de esas películas que ostentan el pésimo título de menos
espectadores y por consiguiente, menos taquilla . Ahora “procuro olvidar” hasta la próxima vez, aunque es muy duro
no poder dejar de echarle un ojo al móvil por si llega ese mensaje o ese
silbido único que exalta mi corazón. El
amor siempre es agridulce; no sabes si compesa la hiel de la ausencia con el
éxtasis de la presencia oportuna de unos abrazos que estrujan y extraen todos
los sinsabores de la indiferencia. Detesto enamorarme. Es un estado antinatural
en mí. Procuro olvidar…mientras no me añora.
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Mil besos