Existen curiosas criaturas que lamentan sin mostrar ningún pudor, que el lujo
esté ya al alcance de cualquiera, sin entender que todo lo que se puede pagar
con dinero carece de valor.
El hogar es sagrado. Los momentos
irrepetibles son impagables. La compañía contratada es un patético recurso
cuando se carece de talento y talante para aguantarse un alma atormentada a sí
misma.
Mi hogar es sagrado y mi
intuición un buen escudo que decide quien entra y sale de él. No termino de
entender cómo esas curiosas criaturas sufren arrebatos de celos que no les
corresponden, a los que no están invitadas, a quienes no deberían de afectar y
lejos de olvidarte, se dedican a molestar cuando más tranquila estás.
La exclusividad es un tesoro al
que se accede con privacidad y respeto a la intimidad. No tiene precio porque
no está en venta. Y mi hogar no es lujoso pero sí exclusivo, al igual que mis
sábanas.
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Mil besos