Esclavos de nuestras palabras




Esclavos de nuestros pensamientos. Estos siempre salen del subconsciente tarde o temprano. Lo que existe, es difícil de ocultar por mucho que nos empeñemos en ser perfectamente correctos. No tengo consciencia de ni una milésima de segundo de mi existencia en la que no estuviera pensando. Me he pasado días en silencio, sin cruzar palabra con nadie y estos días son los que más me han enseñado. Lo que  nos proyectan, así, a lo bruto,  es igual para todos. Entiendo la vida como una sala de cine en la que todos somos espectadores pero de la que cada cual salimos opinando de muy diferente manera. ¿Por qué ocurre esto? Porque no todos estamos igual de concentrados en la pantalla; unos van al cine a  ligar, otros no paran de hablar con la butaca de al lado, otros están pendientes de sus palomitas o puede que no quiten el ojo del móvil: la actitud. Y he aquí que la actitud es la que nos diferencia de los demás. Pretender igualarnos es un ejercicio de mezquindad. No se trata de ser ya mejor ni peor. No somos iguales. Ni siquiera permanecemos nosotros mismos iguales cuando pasa el tiempo. La igualdad como criterio, es denigrante. No hay postura más injusta que la “igualdad”. Toda esta reflexión viene a cuento del tema político de la semana, un tema dual, lo políticamente correcto y la pragmática necesidad.
Tenemos ya tanta historia encima que, por experiencia, ya no deberían de existir los problemas y  sin embargo nos empeñamos en repetir los errores. Somos tan narcisistas, que pensamos que el mundo existe porque nosotros existimos, que no hay nada antes ni después, que somos lo único. Y nosotros, todos,  estamos muy repetidos. Deberíamos callar, deberíamos parar, casi desertar. El bucle en el que nos tiene atrapados el universo nos ciega para que no veamos lo insignificantes que somos.  Y la historia se repite.
Por mucho que se presuma de la extinción del bipartidismo como un paso adelante, lo cierto es que este se ha convertido, como en el 36, en una pelea de dos bandos: el Frente Popular y el CEDA. Lo que lo rodea, lo mismo que en la preguerra. Esperemos que el desenlace sea muy diferente y no lleguemos a las armas.


Comentarios

Nieves ha dicho que…
Comer palomitas en el cine debería de estar prohibido...
Saludos, La de vocación infeliz
Melita ha dicho que…
Tanto prohibir....Lo importante es no molestar. Hay películas que se disfrutan más con palomitas. Tienes que ir más al cine, infeliz vocacional.