Cuando se giró con un cordial
adiós y la ví atravesar la puerta, me dí cuenta de que era una despedida. No
lo habíamos planeado, ni tan siquiera pensado ninguna de las dos.
Es de esas
sensaciones en las que notas una fractura , un “crash” que te va a separar de una absurda
obsesión , evitando mirarnos a los ojos porque en ese momento las miradas emanaban
dolor y cualquier palabra sobraba.
Tras unos meses de minitreguas
repletas de desaires, hemos caído agotadas de tan improductiva contienda y sólo espero por su parte, un gesto de
generosidad bloqueándome.
Es increíble cómo nos conmueven exclusivamente
nuestras debilidades.
Y fue bonito, fue inquietante, fue tierno. Tantas veces
adorable y tantas olvidable. Tan loca y tan cuerda. Tan dulce y tan amarga. Tan
cerca y tan lejos…
Afortunadamente nunca nos
necesitamos. No había necesidad.
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