No sé porqué me sigo sorprendiendo de callar muchas cosas. No sé si es por pudor o prudencia pero ya empiezan a pesarme mucho las cosas que no cuento.
Analizando, llego a la conclusión que realmente no sirve para nada contarlas pues no existe beneficio alguno y si lo único que se consigue es dañar y perjudicar la imagen de alguien; casi que seguiré engordando mis silencios aunque me inquieten en la conciencia por no descubrir ciertos comportamientos poco éticos.
No pregunto, no soy de ese tipo de curiosidades y sin embargo las aclaraciones y respuestas se me pegan sin buscarla como un puñado de alfileres al imán. Cada vez me veo más observadora callada, paciente. Entre la sorpresa y la duda.
Y pesa tanto el silencio que la vista cansada ya gira inconsciente hacia la nada.
Comentarios