Ira

Muy complicado cerrar los pecados con ira.
Tenía la intención cuando empecé esta serie de realizarla del tirón, semana a semana, para inmediatamente después inagurar las "virtudes".  La intención nunca es suficiente.
 
Aunque no haya escrito, aunque los post los haya hecho con desgana y pereza ( sin duda, la reina de mis pecados ), lo cierto es que he reflexionado mucho estos meses a cuenta de la temática que nos ocupa: pecados...Cuando era chica yo estaba convencida de que era la persona más mala del mundo y que algún día recibiría un merecido castigo que no era otro que imaginarme dando por culo al demonio en su propio infierno. Ahora en esta etapa de mi vida en la que me siento más grande que nunca, reconozco que he sido muy dura conmigo siempre, lo que ha hecho de mí una persona que no se ha tomado jamás un respiro y a veces ha llegado casi a la histeria y la locura. Tendría que haberme sacado mejor el carné de protestante y no de católica poco practicante.
 
Este último camino recorrido me ha enseñado las pequeñas cosas que me provocan grandísima ira, como por ejemplo mi hermetismo o mi apatía emocional; ahora me descubro alguna vez que otra apretando los dientes por errores pasados, por viajes no realizados, por historia no emprendidas, por sueños no realizados, por palabras no pronunciadas, por compromisos prolongados o simplemente por silencios no obligados.
 
La ira que llevo dentro me da mucho miedo porque no le tengo miedo a nada. No me imagino golpeando, ni chillando, ni pateando..ni siquiera imagino mis pequeños ojos fuera de su sitio. Yo que siempre me creí bastante irrascible, contaba con una fuerza que realmente no existía o que quizás  se evaporó en cuanto pisé la madurez para terminar reconociendo que no merece la pena pelear por nada ni por nadie.
 
La ira que llevo dentro está cansada de batallear y lo dicho, no le da miedo nada ni nada quiere saber de nada, simplemente delira...



Comentarios

Carmen Arnaiz Verdera ha dicho que…
Una ira que delira puede llegar a ser una enfermedad contagiosa. Es lo primero que se me ocurre al leer tus acojonantes silencios. No, a mi no me da miedo la nada de tu nada, que viene como a ser el todo de las palabras no pronunciadas.
Es como decirle a alguien que conoces hace tiempo - pero que la conoces por el tiempo que ha transcurrido- "hoy por primera vez te veo", y lo hago mediante todos esos pecados, tus pecados. Quizás en algun momento vea la luz tus virtudes, pero antes por favor, ¿podrías apagar esa vela?.
Melita ha dicho que…

¿Apagar? Dejemos que ilumine.
Carmen Arnaiz Verdera ha dicho que…
Podríamos dejar que ilumine, pero creo que ya sabes eso de que en la oscuridad se ven mejor ciertas cosas. Veo que no terminaste de entender mi comentario.