Lujuria


 
Además de por pereza, el abandono que ha sufrido el blog se ha debido a la falta de argumentos para tratar este pecado que si bien puede ser el más deseado por las mentes calenturientas, para mí ocupa un campo totalmente desconocido.
Cuando tu primera experiencia sexual pasa por la celda de un convento y entre tus brazos yace una sor presa tímida como los párpados de una vaca gochona entelarada asturleonesa, es difícil lanzarse a la locura, el desfonde y al desasosiego de las carnes ajenas cuando pasas a otra etapa íntima, distante en el tiempo y en las ganas.
Para ser lujuriosa hay que tener "madera" y cierto descontrol sentimental en el que ni la razón ni el corazón dirijan tus deseos mas íntimos; ni casi los vislumbren. Podría evocar un par de episodios pseudolujuriosos de los que he hecho lo posible por olvidar y casi no me salen del pelotazo que tenía en esas ocasiones siempre respaldadas por el alcohol. Me muero de la verguenza.
 
Y es que me puede más el pudor. Cosas de la religión, imagino.


 
 
¡Lo que me gustan las ostras!

Comentarios

nieves ha dicho que…
Pues la lujuria es otra cosa. Ni monjas, ni ostras ni pudores mal entendidos...
Saludos
N
Anónimo ha dicho que…
Pues eso. No tengo ni puta idea. Por todo no voy a ir al infierno.

Melita la repelente,
nieves ha dicho que…
Pues en el infierno es donde mejor se está. No me dirás que no? Con todos los pecados capitales en danza.
Y no, Melita no es repelente, es simplemente regular de entender.
Saludos
Nieves, la atrae líos.
N
Carmen Arnaiz Verdera ha dicho que…
No me ha sorprendido tu lujuria o quizás debería decir que se te veía el plumero, igual que a mi se me pueden ver las hojas que caen de mis manos- que no son ramas y sin embargo tambien podría decir que soy un árbol, en este caso un limonero-. Que conste que no pretendo ser acida con este comentario, todo lo contrario, leerte "lujuriosa" ha sido todo un regalo para mí.