Por la poca gana que tengo de escribir (hoy, ayer o mañana) no podía dejar pasar esta ocasión tan propicia y oportuna. Aquí estoy, casi a punta de pistola, sentada en el ordenador con la penitencia y obligación de escribir lo que sea y avanzar con los pecados antes de ingresar en el pulgatorio.
¿Pereza? Sí, he aquí el más frágil de todos ellos. Parece disfrazado de disculpa y de perdón anticipado por la inocuidad de sus alcances y la inocencia de sus consecuencias. ¿Quién no se arropa en el calor de la pausa mientras un día cualquiera de invierno los sentimientos vaguean bajo la luz esquiva de la tarde recién caída?
La pereza es como una tregua que nos permitimos para empezar de nuevo sin hacer nada; todo queda como estaba pero...hemos respirado bajo los reproches del deber olvidado.
Cuando no se tiene ganas de nada, la diligencia da media vuelta y pega un silencioso portazo para no despertar a la pereza: ahí es donde mueren cientos de oportunidades que algún día echaremos de menos.
Hoy alguien muy especial me ha dicho que está muy cansado, mucho, y mientras sus palabras se quebraban melancólicamente en mis oídos, he sentido la necesidad de abandonarme a la tristeza y pagar por las conversaciones no emprendidas y las palabras no pronunciadas.
Comentarios
aún estando arremolinada sale a dar
rienda suelta al pensamiento, que
aunque no quiere dejar constancia
de su presencia le puede la soberbia,
y es la mano quien se doblega y se
expresa de tal manera.
Igual yo he callado antes....palabras, que hubieran parecido ofensa, ofensa para mi sería ahora, no dejarte un abrazo en esta hora. Nota: este es el verdadero valor que tienen no las cosas, las personas y con el tiempo se descubre aquellos que fueron y siguen siendo, verdaderos tesoros en el tiempo.
Que joyita me he llevado!!!
Saludos
Nieves