En Demolandia hacía tiempo que el caos se había adueñado de la vida social y económica. Por mucho que el consejo de sabios trataba de coordinar acciones para conseguir la gobernabilidad y buen hacer de los gestores, estos no dejaban de ocupar cargos públicos para enriquecerse y manipular a su antojo.
Cóstides, que era el más anciano del consejo, estaba cansado de ver desfilar por el gobierno a trepas y mangantes con lo que propuso realizar unas elecciones especiales: se elegirían a un grupo de políticos que tendrían libertad para decidir los destinos de su pueblo durante los próximos diez años para dotar al estado de estabilidad con un fuerte compromiso de honestidad y desínterés. Fueron muchos los que se presentaron y suficientes los elegidos.
Al día siguiente del escrutio se convocó a todos los electos en el patio del palacio de Demolandia para tomar posesión de los cargos y se les fusiló tras acusarles de avariciosos . Lo raro es que nadie se quejó.
Una semana después se volvieron a convocar elecciones con la promesa de que una vez eliminada la capa política corrupta se obtendría un grupo gobernante menos avaricioso y más desinterisado. Esta vez el número de aspirantes se vió reducido a una décima parte de la elección anterior. A Cóstides no le tembló el pulso y de nuevo acabó con los aspirantes a políticos sin explicación alguna pues ya resultaba obvia.
El pueblo estaba atónito, aterrado y expectante. Durante meses, nadie comentó lo sucedido y mientras el tiempo pasaba se convocaron de nuevo elecciones. Nadie se presentó entonces por lo que hubo de recurrir a la contratación temporal: el panadero, la curandera, el boticario y la mujer del verdugo se hicieron cargo del pueblo y nunca, ni en ningún otro lugar, ha habido un grupo más desinteresado y efectivo como el que se hizo cargo de los destinos de Demolandia.
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saludos
nieves