Reloj de arena

Este fín de semana otoñal lo he dedicado, al cancelarse unos planes deseados, a mirarme el ombligo y reflexionar sobre la edad y la belleza. Estas dos cosas en los humanos son inversamente proporcionales. Podemos admirar un monumento de siglos, pinturas que cada día se conocen más y nos las presentan más hermosas; podemos anhelar un Mini de los 70 cuando cualquier otro coche actual nos será más útil y cómodo. La belleza humana disminuye con la edad y no hay nada más patético que pretender ser bellos eternamente.

La vejez es consecuencia de no morir antes.

El caso es que al contrario que la mayoría de las veces esta reflexión me ha venido sin camino e intentádola ubicar me han venido a la cabeza dos obras maestras: " El retrato de Dorian Gray" y más gráficamente " Muerte en Venecia " y ya que nunca podría vender mi alma al diablo para mantener una belleza que no poseo, me quedo con admirar incondicionalmente a Mahler, a Venecia y a Tadzio en una de las películas más bellas y lentas que jamás se hayan realizado. No abundan los diálogos ni las palabras pero resalto un pensamiento del protagonista ( genial Dirk Bogarde ) al observar un reloj de arena:

" Recuerdo que hubo uno en casa de mi padre. El orificio por el que pasa la arena es tan pequeño que parece que el nivel del vaso superior no cambiará. Sólo un buen rato después uno se da cuenta que la arena ha ido cayendo grano a grano, inexorablemente, hasta colmar el vaso inferior. Entonces ya nada importa. Se ha cumplido el tiempo y no queda un minuto para pensar."