Estoy cansada.
Aunque llevo más de una semana ya de vacaciones, entre unas cosas y otras aún no me he relajado pero poco a poco las cosas que me han ido quitando el sueño van desapareciendo. Esta noche cuelgo las botas y dejo la presidencia de la comunidad. Quien no ha ejercido nunca un cargo así no se puede hacer idea de lo que he pasado este año con 99 vecinos-propietarios quejicas.
Todos los vecinos lo ven todo, saben señalar los problemas e indicar las soluciones aunque ninguno quiere ser presidente. Sé que esta noche seré el centro de sus críticas pero no me importa; tengo carácter pa mandarles a todos a la mierda sin que se den cuenta. Siento decir que buena parte de los reproches irán por la idea de cambiar la empresa de limpieza ( cosa que no se hará al final porque no quieren empleados extranjeros ) y contra un piso habitado por senegaleses. Para mí que lo habitan 4 chicos trabajadores y educados pero según algunos de los vecinos hay unos 300 negros viviendo en 90 metros cuadrados.
Hoy pensaba en mi amiga Marta Fagés, en su libro "Amores prohibidos" que retrataba un ambiente asfixiante e intolerante en la comunidad de vecinos en la que vivía la pareja protagonista. Quizás cada vecino sea una bellísima persona pero como integrante de una sociedad, de una comunidad se convierte en un lobo acusador y juez a la vez, ávido de sangre. Mi comunidad es como esa: racista, homófoba, dura...
Me los imagino con piedras en la mano y yo sentada dando cuentas...me los imagino con capuchas y yo sudando...
Ha sido un año muy muy malo. Me gusta mi casa, mi calle, el bar de abajo. Me gusta el sitio donde vivo pero no quien me rodea en él.
No vuelvo al cargo hasta que pasen 100 años. Quien no se consuela es porque no quiere.
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