Cultivando el desapego

 Otra semana más, ahora con el blog a ralentí. No creo haber borrado nunca antes ningún comentario porque me gusta que quien aquí se asome sienta la libertad de discrepar conmigo por lo que sea, cosa  que me encanta, la verdad. Ya he aclarado todo lo que tenía que aclarar con quien debía y a mí se me puede decir lo que apetezca porque tengo capacidad para aguantar todo tipo de críticas pero entre los lectores...no. 

Dicho esto, celebrar el otoño tan bonito que tenemos, agradecer a Dios que siga protegiendo a los míos y las muchas cosas buenas que me ha dejado este año aunque haya tenido que batallar con algunas que no terminaba de entender. Ya empieza a oler a Navidad y definitivamente hemos decidido en la familia que este año no la paseremos junta. Yo ya hace algunos meses que empecé mi peculiar desapego y por eso me costará menos asumir la distancia y las ausencias. Ha sido un ejercicio sano y lento, muy poquito a poco, que también creo que me ayudará a superar posibles pérdidas. Ayuda la edad y la acumulada experiencia que nos indica que todo es momentáneo, que no importa realmente nada más que lo que sucede en el instante, que lo que pasó ya no existe y lo que pasará, realmente nunca podemos afirmar que existirá. La vida se convierte en un simple ejercicio de equilibrio sobre el que cabalgamos el momento presente y no  deberíamos caer a ninguno de los dos lados inexistentes. 

Y en este preciso instante, sólo puedo decir que me apetece cerrar los ojos y besarte.




Comentarios

Carmen Arnaiz Verdera ha dicho que…
Me encanta ese cierre del texto. Besos.
Melita ha dicho que…
A mí también. Beso