Cada vez me cuesta más ponerme a
hacer las cosas, en general, sean fáciles, laboriosas, complicadas, inútiles,
imprescindibles u olvidables. Me cuesta ¿vendrá de ahí el nombre de cuesta? Qué
tontería: las hay hacia abajo. Intento averiguar por qué y sólo se me ocurre falta de motivación.
Me siento ya hasta incómoda
escribiendo renglones sin ánimo ni alegría, bueno, compartiendo sin ningún
pudor intimidades que debería guardar sólo para mí e intentar solucionar mis problemas
y angustias sin resultar tan deprimente.
Considero que, mi manera de ser y pensar, poco ha cambiado en los últimos
quince años y, sin embargo, sí que ha variado
la de comunicar sacando cosas que, si no producen una sonrisa o un
pensamiento crítico positivo, deberían no ver la luz. Y es que ya no me gusto.
No quiero mostrar cosas de mí que no me gustan.
Quizás, además de falta de
motivación, el hartazgo de vaciarme siempre sin premio, la impotencia de no ser
capaz de perder la fe y la esperanza en quienes no merecen la pena, tropezando
una y otra vez en la misma piedra sin emprender caminos menos ariscos por una
cabezonería de retos perdidos.
Yo antes, hace ya bastante, podía
demostrar que era una persona melancólica con muchas alegrías que compartir,
con sentido del humor, ironía y de incombustible ánimo. Me he vuelto débil al
abrirme y sacar mis tristezas. Me he vuelto débil y esa debilidad ha dañado a
personas que quiero porque mi coraza era su mayor protección. Y ya veré cómo lo
arreglo. Cuando tenga ganas y me sobre el ánimo.
Comentarios
Y, por lo que pueda valer, te dejo mi abrazo.
Tu coraza no debe ser para proteger a los demás, sino a ti misma.
Ánimo y cuando tengas ganas...¿un café? Besos.