En el ascensor, mi vecino del
octavo me pregunta si me he enterado que ha fallecido uno del sexto. No, he
pasado todo el finde fuera, respondí sin sorpresa. Y es que ya los decesos se
están convirtiendo en algo cotidiano en esta, mi comunidad. El primer año de
vivir aquí tuve la “suerte” de que me nombraran presidenta de ella y por eso
conocí a todos los vecinos de entonces, cuya edad media era de 65 años y como estaban aburridos los tenía
cada día tocando a mi puerta para cualquier ocurrencia. Cien viviendas que se
dice pronto, con unos 2-4 vecinos por piso por lo que puedo presumir de que en
mi bloque hay más habitantes que en la mayoría de pueblos de la provincia. La
fisonomía del barrio ha cambiado, ahora ya hay dos coches por vivienda y es
imposible encontrar aparcamiento. Cambian los vecinos, cada vez más jóvenes y
más desconocidos para mí. Ojalá pudiera irme a un pueblo a vivir pero cada vez
hay menos servicios en estos porque la población cae y cae.
Ayer leí en Facebook una retahíla
de quejas en un muro, con foto incluída, porque en un pueblo de la comarca de
los Montes hay una fábrica que echa humo entre tan bucólico paisaje y es un
atentado ecológico según estos verdes. Descascarilla la almendra. Ese es el
delito que provoca humo. Los pueblos se van vaciando porque a los urbanitas nos
molesta cuando salimos a dominguear en nuestro coche diésel, ver las huellas de
una pequeña fábrica que genera algo de
empleo y nos estropea la foto. Están empeñados en prohibir todo atisbo de
industria sin entender que para vivir y poblar un lugar, hay que trabajar y comer de
él. Da pena ver vaciados los pueblos por falta de oportunidades de la población.
Después se manifiestan en apoyo a la España despoblada. Exijan leyes, normativas
para compatibilizar las industrias con el medio ambiente y dejen vivir y
crecer.
Hace poco he estado en Portugal y
me ha sorprendido encontrar pueblecillos bastante más habitados que aquí, con
sus empresas y sus humos, tras recorrer carreteras nacionales entre montañas que
en nuestro país no llegarían a ser ni caminos comarcales en los que tardas una hora en hacer 40 km. Desplazarte en el país vecino
supone tal gasto en peaje de autopistas (no hay autovías), que creo que ese es
el motivo por el que algunas pequeñas ciudades siguen manteniendo o aumentando
su población pues no les compensa ni el tiempo, ni el combustible (más caro que
aquí, pero ya les alcanzaremos) ni dicho peaje para vivir en un lugar diferente
al que se trabaja. Aquí suena algo de cambiar las autovías por autopistas,
quizás un bulo electoral, pero lo mismo esto revitaliza la población en
ciudades como la mía.
De todas maneras, siguen cayendo
como moscas mis vecinos y no oigo bebés por el patio. Estoy segura que en
ciudades como en la que nací, en pueblos pequeños con todos los servicios, apetece más
tener hijos. Y quedarse.
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Besos