Me está gustando esta primavera
que me mantiene encerrada una tarde tras otra al cubierto de un hogar del que
he huido demasiadas veces. Los días son tan largos ya, que apenas me van
quedando cosas pendientes por hacer, incluso esas cosas que nunca tuve ganas ni
necesidad de hacer. La ancha inercia de este sosiego me lanza a poner en orden
una vida que di por abandonada a la espera de que pasara rápidamente todo el
tiempo que me quedaba por delante y todas las cosas que pudieran sucederme
ignorando algunas deudas pendientes porque no todas habían de pagarse . La lista
se acorta y yo disfruto de estrujar al máximo lo simple: lo reduzco una y otra
vez hasta que se convierte en nada.
Hace dos días encontré en un
armario una caja de cajas de cerillas,
de mixtos de esos de toda la vida. De chica las coleccionaba y me cogí una que
estaba repetida. Fumo poco. Dos o tres cigarrillos al día y he vuelto a
disfrutar de una sensación hermosamente indescriptible: rascar el fósforo en la
caja mientras se refleja ese instante único en mi rostro iluminado y doy una
calada de agradecida nostalgia. Y es que no sabe igual con el mechero. Volver
a encender un cigarrillo con una cerilla, todo un lujazo.
Comentarios
Vamos bien.
Salud
La infeliz vocacional
Mil besos.
Besos con humo.
Que cosas tan simples pueden alegrarnos los días.